-¿Usted mató a María Iribarne?
¡¿que tipo de imbécil pregunta algo como eso?! todavía encerrado y con tiempo de sobra para pensar, no me lo explico, no me quedó más que responder.
-Sí...¿porque cree me que entregué?- pregunte eso con especial ironía, para que se diera cuenta lo estúpido de su pregunta. Al parecer no se dio por aludido, porque su expresión no cambió para nada.
-Y...¿porque? precisamente.
-Seriamente dudo que usted lo entienda...
-Señoría, el acusado no coopera- me acusó como si tubieramos cuatro años.
-Coopere señor Castel- lo dijo con voz grave como si creyera que hay que hablar así cuando se es juez.
No lo miré y me hice el desentendido de la pregunta, el fiscal tosió, pero aun así me hice el que no sabía.
-Señor Castel, ¿porque? precisamente..- Lo dijo con voz que denotaba su enojo, lo que me alegró un poco. Sí, tengo que confesarlo, con los que odio puedo ser un poco sádico...¿cuantas veces tuvo que pasar la pobre María, en los momentos en que la odié, por mis inútiles y crueles preguntas causadas por mis ciegas cavilaciones y suposiciones?
Me dolía muchisimo responder esa pregunta, después de todo, yo realmente había querido a María, y por eso la había matado.
-porque la quería mucho...
-Sería todo su señoría.
no tenía ningún real interés en ser defendido públicamente, así que no contraté un abogado, sabía que en este mundo solo una persona me podía entender, más bien lo creía, porque, después de todo, nunca me aseguré que María de verdad me entendiera. este pensamiento me entristeció mucho al momento de plantear mi defensa frente al juez.
No tengo muchos recuerdos de mi defensa, fue algo tan torpe, que también prefiero no referirme a ella, solo recuerdo algunas exclamaciones del jurado y la cara de horror de uno que otro de los presentes y algunas risas escondidas, creo, de los idiotas que estaban presentes cuando hablé de la escena de la ventana, la que nos había unido
luego sucedió algo de definitivamente me reventó, yo ya andaba más bien sombrío y cortante, como cuando discutía con María, y capaz de hacer algo quizás peor que todos los martirios mentales a los que la sometí, me sentía grotesco, pensando en todas las vulgaridades e idioteces que le pude llegar a decir y en como ella, aún así, seguía queriendome sin que yo lo mereciera, pensé que realmente me había amado y hasta creí que yo era el único al que había amado. se nota, ahora que lo pienso más claramente, que andaba en uno de esos momentos dominados por el ser sensible, tierno y normal que estaba en nuestros extraños encuentros de total comunicación con María, sentí que la perdonaba. Que la perdonaba ¡si es para morirse de la risa!..¡yo, que la había matado basado únicamente en suposiciones, guiadas algunas por el alcohol... la perdonaba! este pensamiento me alegró un poco, pero como siempre en mi vida, me duró muy poco.
Un día demoró mi felicidad en desmoronarse, y caso por primera vez no fue por culpa de uno de mis brillantes análisis, ya no había mucho que analizar, yo había matado a María Iribarne y ahora me estaban enjuiciando por loco y asesino.
Pero volviendo al relato, es curioso, pero sencillamente no puedo dejar de distraerme, al día siguiente el fiscal llamó como testigo al Doctor Prato, me imaginé, que aquel que yo consideraba uno de mis amigos me defendería, pero la primera pregunta fue decisiva.
-¿Que opina de Juan Pablo Castel?
no creo que lleguen a dimensionar mi desencanto cuando escuche las palabras que ese lagarto sacó de su silbante boca de psicoanalista.
-Siempre pensé que estaba algo loco, pero claro, lo consideraba parte de su genialidad como pintor- y se refirió, como esa manga de tarados de los críticos, sobre la solidez y estructura de mi pintura, casi me pongo de pie y lo insulto- dicen que los genios están locos, sin embargo, luego de analizar su pintura, he llegado a la conclusión que su locura no tiene nada que ver con su arte- y continuó diciendo pavadas como esas, creyéndose un crítico de arte, o un genio psicoanalizador, me daba ya asco mirarlo.
como lo odié, de lo que pasó después me acuerdo muy poco, fue como la noche en que decidí matar a María. se me nubló la vista, quizás por las lágrimas de rabia que salían de mis ojos, o porque sabía, muy en el fondo, que el tenía razón, yo no era normal, no se si tanto así como para estar loco, pero por eso digo que toda mi vida la he pasado en un túnel, y en el túnel me encontraba cuando ataque a esa sabandija. Escuchaba una voz que trataba de detenerme, una de un hombre y otra de mujer, era María.
-¡María!- grité como loco justo antes de caer inconsciente por el golpe que alguno de los gorilas que eran los guardias me dio.
Creo que ahí se aseguraron que yo "estaba loco" porque el juicio no continuó, sino que me mandaron a un edificio blanco de paredes blancas, horribles, me pasaron unas telas, unas pinturas y me dejaron aquí, en este cuadrado hermético sin color, pensando en María, en el túnel, en la muerte.
viernes, 7 de diciembre de 2007
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1 comentario:
Que increibles coincidencias, los nombres de nuestros blogs y aún más la sorpresa Sabato que es uno de mis autores favoritos. En particular "El túnel", lo leí siendo muy chica a sugerencia de un querido amigo y desde ese minuto... muchas cosas de nuestra historia tomaron cierto sentido.
Gracias por pasar y no hacerlo en silencio, es agradable cuando lo que escribimos merece algún comentario.
Cuidate y estamos al habla :)
Curioseando vi que te escribes con diegob a quien tampoco conozco XD llegué sin querer a su blog y me gustó, así como también el tuyo, debo decirlo.
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