sábado, 18 de octubre de 2008

memorias

Tenía que hacerlo, lo sabía y el hecho de saberlo me enojaba, pero era ella o yo y me estaba volviendo loco...

Todo comenzó hace unas semanas en un bar de los tantos de Santiago. Yo estaba con mis amigos tomando una cerveza, como siempre lo hago, cuando ella pasó. La note en seguida, era hermosa como pocas mujeres que he visto en mi vida, apenas la vi sentí un salto en mi interior, como mariposas hiperactivas. Se sentó a mi lado (vaya uno a saber porque!) y hablamos, la típica conversación de bar, nada relevante. Al rato le dije que me iba y me fui. Salí, caminé un poco y me di cuenta que no le había pedido el número de teléfono, volví casi corriendo, pero para cuando yo había llegado ella se había ido. Ni su nombre supe, pero esto me pasa tan seguido que ya estoy acostumbrado, a pesar de las burlas de mis amigos. Tengo muy mala memoria, dicho sea de paso. Volví al departamento, curiosamente pensando en ella, lo que me hizo sentir adolescente de nuevo. Me reí un rato de mi mismo, vi tele y me dormí. Pasó más o menos una semana y de la nada la vi subiendo por otro ascensor en el edificio de mi departamento, la condenada puerta se cerró antes de que yo llegara. Llegué a mi departamento y encontré la puerta abierta, recorrí todas las piezas, y estaba vacío y el que haya entrado no debió haber encontrado nada de valor porque estaba todo en orden cuando revisé. Unos pocos días después me desperté con un ruido, fui en silencio a ver quien era, se estaba yendo, pero la pude ver entera ¡era ella!, ¡la del bar! Corrí a la puerta y mire por el pasillo, pero ya no estaba. Pensando la situación mientras tomaba desayuno capté el absurdo de lo que había visto, sin embargo era ella, estaba seguro ¿me estaba volviendo loco? Me convencí que el sueño me había jugado una mala pasada y que no estaba loco y me fui a trabajar. En el trabajo la vi pasando por afuera del mísero cubículo en el que produzco para manos ajenas. No la vi más en todo el día, pero me estaba preocupando y no me pude concentrar bien en lo que hacía hasta la noche.

En mi casa, unos días después la vi, con el rabillo del ojo, saliendo del baño, fui resuelto a saber de donde había sacado mi dirección y una llave para la puerta, pero, como ya se iba haciendo costumbre, no la encontré, busque por todos los posibles escondites, pero no estaba, a estas alturas yo ya me encontraba preocupadísimo, la veía en todas partes y cada vez que la veía sentía lo mismo que aquella primera vez en el bar, algo como amor, eso era lo que mas me preocupaba. Decidí que no le diría a nadie, como se burlarían de mi mis amigos, sí, era mejor no decirle a nadie, y que la próxima vez que la viera le hablaría y le seguiría el juego, sí, como dijo algún hombre importante: combatir fuego con fuego, pero en mi caso locura con locura. Sí. Dejé de ver a mis amigos, estaba siempre pendiente de ella, cuando la veía, aunque fuera muy fugazmente, sentía que la amaba, pero cuando no la veía la curiosidad de mi locura me hacía odiarla. Un día la vi en el parque, mi lugar favorito, corrí hacia ella, la salude y me saludo de lo mas normal, estuvimos toda la tarde hablando, me sentía bien con ella, como si nos conociéramos de años antes, se llamaba María. No se porque le di una flor, y tampoco se porque nos quedamos mucho tiempo solo mirándola. Estaba feliz. Le dije que me tenía que ir y así lo hice. Camino al departamento me sentía cada vez más loco, ¡la quería! ¿¡No la conocía y la quería!? No pude dormir en la noche. Sabía de gente con una enfermedad que la hacía imaginarse gente y relaciones con estas personas imaginarias, sospechaba que tenía esa enfermedad. Recién a las 7 am me pude dormir, me desperté a las 9 y la vi, ¡en mi cama!, esa estúpida cama de dos plazas que había comprado hace un tiempo ya ni me acuerdo porque, no se si dije que tengo pésima memoria. En ese mismo momento decidí lo que tenía que hacer, fui a la cocina y saque el cuchillo mas grande, volvía la pieza y la miré con un estúpido amor que no tenía idea de donde salía, era, al igual que ella, un delirio de mi enfermedad. Enterré el cuchillo unas 5 veces antes de darme cuenta que algo me apretaba en el dedo, tenía un anillo, no me acordaba de haber comprado un anillo, pero tengo mala memoria así que nunca estoy seguro, me lo saqué y lo miré bien, noté que decía algo, lo leí:

María Camelia Rojas H.

Su nombre, la miré mientras empezaba pensar, también tenía un anillo, se lo saqué, también decía algo:

José Ignacio Mejía A.

Mi nombre.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

El que no corre vuela, compañero. Je, je, je. Cualquier oportunidad de hacer desaparecer a la soledad es buena. Un abrazo grande y muy buenas tus "memorias". Me gustó leerte al otro lado del Atlántico. Hasta pronto.

Anónimo dijo...

merecedor de un premio como el que esperabas, y mucho mejor aún.
pero aveces priman más otras cosas que el talento, en otras no.

sigue siempre, yo te voy a seguir =)

Dorian dijo...

Muy buena las memorias seguire letyendote compañero. si qwuieres pasarte por mi blog stare encantado http://abexordiomundi.blogspot.com/

NoSurrender dijo...

desde luego, la memoria puede jugar malas pasadas, eh. Debería llevar un diario, o tatuarse mensajes en el pecho, como el de memento ;)

Salud!

tan versátil como acústica dijo...

lo ideal sería tener una memoria selectiva.

como sea, me dejas pensando.

Soy ficción dijo...

Wow, q oscuro es el olvido. Da miedo...

Genial relato.

PIZARR dijo...

Menudo juego de memorias... me has hecho pensar.

Un saludo desde Mis Sueños que acostumbran a no jugarme esas malas pasadas.

Anónimo dijo...

Desmemoriado, si, pero en grado sumo. Un relato que me desconcierta porque no supe si era verdad, realidad o fruto de tu talento literario.

Pero es que verla en el apartamento, en el parque, en el bar y, hasta en la cama... pensé que tendría otro final.

Besitos alegres y saludables!

RosaMaría dijo...

Pues menudo relato, ágil, atrapate y con un final feliz... que no? Mirá que soportar ese tormento toda la vida...
Hablando en serio, re bueno el final. Felicitaciones